A mi edad he aprendido a ser feliz con lo que tengo, eso no significa que soy conformista o me detengo en mi ruta. Aprendí que no tendré todo lo que sueño, pero tengo más de lo trabajado como mortal. Solo con mirar a mi alrededor reconozco que poseo más de lo sudado. Así que amo a quien me ama, deseo bien, a quien no me quiere bien, perdono a quien me rompe y doy lo poco que tengo, que es demasiado. Ayudo con lo que tengo, no con lo que me sobra, trato de ser justa y empática. Recibo con bien a quien llega con verdad a mi puerta, sin máscaras, ni libretos. Le sirvo un plato en mi humilde mesa junto a mi pequeña manada. Con los años escritos he aprendido de lo malo y lo bueno. No me complico, si me amas bien, te amo, sino pues buena suerte. También puedo amar, aunque no sea correspondida, eso es lo que conozco como amar y soltar, porque el amor a veces fluye y no regresa. He aprendido que el amor ni se pide, ni se compra, ni se obliga, fluye como los ríos al mar. Que la vida y el amor son aprendizajes, que te enseña tanto el visitante de temporada, como el que se queda una vida o el que te pinta le final de la jornada. Por ende, me doy sin que me lo pidan, porque me llena, me alimenta, me nace y me llena de alegría, pero así mismo se cuándo marchar y me voy sin avisar.
Meliza Serrrano 19 junio de 2017 derechos reservados
imagen tomada de la internet
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